Por: Paola N. Monserrate, MA in Early Childhood Education
El lenguaje se define como palabras, signos o gestos. Con el lenguaje nos comunicamos y expresamos nuestros: pensamientos, conocimientos, sentimientos e ideas. El lenguaje se comienza a desarrollar desde el sexto mes de gestación. Cuando el feto pasa parte de su tiempo procesando sonidos lingüísticos que le son familiares y los ritmos de su lengua maternal (Karmiloff y Karmiloff-Smith, 2005).
Han sido muchos los teóricos, educadores e investigadores que han decidido estudiar el desarrollo del lenguaje oral y escrito en los niños y niñas. Algunos postulados consideran que hay predisposiciones genéticas hacia el lenguaje. Otros postulados consideran que la interacción social es necesaria para el desarrollo del lenguaje.
A inicios del siglo XX, la alfabetización se definía como un conjunto de habilidades aisladas (Dubois, 1991). Se veía la lectura y la escritura como procesos separados. Años más tarde esa visión se ha transformó y actualmente se considera que el lenguaje es un proceso completo e integral (Goodman, 1990). Esto debido a que el lenguaje es una herramienta de comunicación, por lo cual, el empleo del mismo debe ser: significativo, pertinente, funcional, con sentido y natural.
Los niños de edad temprana tienen expectativas en relación a la forma del lenguaje escrito en su medio ambiente (Ruiz, 2003). La escritura es el preámbulo de la lectura. El niño aprende a leer al usar letras para inventar palabras que escribe. Luego trata de reconocer y leer las palabras que escribe.
La destreza de leer se desarrolla de la misma manera que la destreza de hablar, entiéndase, de modo natural. El ambiente influye en el desarrollo de la lectura. Se ha demostrado que los lectores precoces cuentan con hogares o escuelas donde abunda el material impreso. La lectura de cuentos, facilita el desarrollo de la lectura convencional (Molina, 1999).
Algunas estrategias generales para estimular la alfabetización en la niñez temprana son:
Proveer espacios y materiales para que el menor escriba: (pizarras, papeles, crayones, marcadores, letras magnéticas, letras de foam, entre otros).
Proveer espacios y materiales para estimular la lectura: (librero, libros de cuentos, marionetas, poesías, rimas, periódicos, revistas, entre otros).
Fomentar la escritura espontánea a través de: harina, arena, crema de manos o crema de afeitar.
Motivar la escritura emergente de: cartas o dibujos libres.
Propiciar la creación de cuentos infantiles con el niño o niña.
Crear un abecedario con rótulos de alimentos, artículos, tiendas que el niño o niña conozca.
Referencias:
Dubois, M., (1991). El proceso de lectura: de la teoría a la práctica. Ediciones Aique.
Goodman, K. (1990). El lenguaje integral: Un camino fácil para el desarrollo del lenguaje. España: Editorial Graó.
Karmiloff, K., & Karmiloff-Smith, A. (2005). Hacia el lenguaje: del feto al adolescente. Madrid: Morata.
Molina, A. (1999). El Aprendizaje de Lectoescritura se Transforma. En Leer y escribir con Adriana: La evolución temprana de la lectoescritura en una niña desde la infancia hasta los seis años.
San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico.
Ruíz, D. (2003). La alfabetización temprana en el ambiente preescolar: Nuevas perspectivas para aprender a leer y escribir. San Juan, Puerto Rico.
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